Martin Seligman, es un psicólogo conocido por el concepto de «indefensión aprendida» (una de las principales teorías sobre la depresión),  no obstante,  actualmente es todavía más conocido por ser el fundador de la llamada Psicología Positiva. Esta rama de la psicología es la encargada de darnos pautas para prevenir, para cuidarse mentalmente. Conceptos como el optimismo, el pensamiento positivo, las fortalezas humanas o las emociones positivas, provienen, en gran medida de la psicología positiva. Entre otros temas, trata también el concepto de felicidad, que, como siempre, es tan difícil de describir , de definir, y sobretodo de sentir y disfrutar; en primer lugar porque tiene un gran componente basado en la propia subjetividad, lo que es felicidad para uno no lo es para otro. Entonces, ¿la felicidad existe? Teniendo en cuenta a M. Seligman, la felicidad es una sensación subjetiva de bienestar interior; asimismo, argumenta este autor,  que podemos tener tres formas de vida: a) una vida placentera (basada en la consecución de placeres; b) una buena vida (basada en la experimentación de emociones positivas); y c) una vida significativa (basada en la realización de actividades gratificantes).

Ahí viene el dilema : placer versus gratificación. ¿Cuál de ellos produce más felicidad?. Según este renombrado psicólogo y su equipo de investigación, la acumulación sucesiva de placeres (actitud principalmente hedonista) no conduce a la felicidad auténtica y duradera. Los placeres tienen un claro componente sensorial y emocional, son efímeros e implican muy poco o nula actividad intelectual (hablamos de una buena comida, un masaje relajante, etc). Es relativamente sencillo habituarse a los placeres, de manera que terminan perdiendo parte de su interés. En cambio las gratificaciones, son actividades que  proporcionan una emoción actualmente de moda, la sensación de fluidez; son actividades que involucran nuestros sentidos y nuestra atención por completo, hasta olvidarnos del tiempo que transcurre, nos mantiene activos fluyendo con la propia actividad, nos estimula el pensamiento y nos sentimos satisfechos. Es mejor que dichas actividades supongan un reto, pero un reto asumible (hablamos de aprender a bailar, a tocar un instrumento, a resolver sudokus, a aprender a pintar, o a jugar al ajedrez o al tenis…). Las gratificaciones duran más que los placeres.

El placer es un componente importante en nuestra vida, y si los podemos intercalar en nuestras rutinas, mucho mejor; pero por sí mismo no trae la felicidad, pues no produce crecimiento psicológico, no agrega complejidad a la personalidad, no implica un desarrollo de nuestras fortalezas, en cambio, las gratificaciones sí.

En otro post hablaremos de la opción de vida «b» (buena vida).paraguas