Como todos sabemos el estrés deriva de «stress» en inglés que significa entre otras cosas «tensión». Eso es, un tipo de tensión que soporta nuestro cuerpo y nuestra mente, cuando no se hallan habilidades o capacidades para afrontar situaciones. La sensación de estrés («sensación» porque lo notamos, no pasa desapercibido) aparece cuando la demanda externa (situaciones externas que nos afectan y que nos dejamos afectar por ellas) o interna (autoexigencias sumado a unos rasgos de personalidad) superan las capacidades para afrontarla. Es entonces cuando percibimos el estrés en nuestro cuerpo, a partir de la aparición de diversos síntomas variados o pocos pero intensos.

Estas serían las características de personalidad que predisponen o nos hacen más vulnerables a sufrir estrés: (se denomina «personalidad tipo B»)

  • obligarse a sí mismo a alcanzar un objetivo tras otro
  • un espíritu demasiado competitivo
  • tener un programa lleno de plazos
  • realizar actividades lo más rápido posible
  • llevarse el trabajo de vacaciones
  • impacientarse en las colas de espera
  • tener una constante necesidad de ser reconocido

Si le sumamos una autoestima baja , no conseguir tomar decisiones , dificultades para procesar las emociones o la tendencia a verlo todo negro; todo ello es un potente caldo de cultivo para que aparezca el estrés.

El estrés no es algo dañino en sí mismo (de hecho es un mecanismo de supervivencia), pero, sí es perjudicial cuando se cronifica, cuando se queda anclado y no  hacemos nada (por que percibimos que no podemos) para superarlo.

En la próxima entrada hablaré de la «respuesta de lucha o huida» (o lo que es lo mismo, afrontamiento o evitación).

Gracias por leer hasta aquí!