Hay muchas situaciones que nos pueden ocasionar estrés (problemas en las relaciones personales o familiares, problemas en el trabajo, dificultades económicas, problemas con la justicia, ruido excesivo o constante, las prisas o el ritmo de vida, etc). En sí mismo, cada uno de los problemas, puede tener «peso por sí mismo» para provocar estrés en una persona. Pero, a la vez, la forma en que la persona piensa sobre el problema, la forma en que lo valora o lo interpreta, también es una de las causas de estrés o de su potenciación. En este sentido, habrá dos estrategias para disminuir la sensación de estrés: 1) poner todos los medios necesarios para resolver el problema (habilidades personales, ayuda externa, ayuda profesional, ayuda social, etc) y 2) intentar re-interpretar «el peso o valor» que le damos a la situación problemática en nuestras vidas.
(Me permito contar un chiste de psicólogos: Pepe se encuentra por la calle a su amigo Paco, a quien no veía desde hace tiempo. Pepe pregunta a Paco qué tal se encuentra, a lo que Paco le responde: «pues no muy bien Pepe, tengo un problema muy gordo y me siendo fatal». «Vaya, lo siento mucho» contesta Pepe, y después de una pequeña conversación en la que Paco le comenta a Pepe que acude a un psicólogo, se despiden. Al cabo de unos meses, se encuentran de nuevo, y Pepe le vuelve a preguntar cómo se encuentra Paco. A lo que Paco responde: «Pues muy bien, mucho mejor, gracias». Pepe se alegra y le pregunta: «Me alegro mucho, y cómo lo has hecho, qué te ha dicho el psicólogo, qué buen profesional debe ser….». Responde Paco: «el psicólogo me ha dicho que no me preocupe, y esto es lo que he hecho; el problema sigue ahí, pero ya no me preocupo».)
Bueno, es un chiste simpático, pero todos sabemos que la realidad no siempre es tan sencilla. Lo que sí es cierto es que la rumiación o hiper-reflexividad sobre los problemas tampoco soluciona demasiado. Yo recomiendo: 1) dedicar de forma consciente, programada y sistemática un tiempo al día a resolver o paliar el problema – relacionado con el punto 1 del primer párrafo-; y 2) el resto del día dedicarlo a las otras tareas rutinarias u obligatorias: 3) encontrar y dedicar tiempo a uno mismo (practicando alguna actividad gratificante). Y así día, a día.
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